Piano para señoritas

Piano para señoritas

Cuando era muy pequeña mi madre me llevaba con ella a las clases de piano que tomaba. A ella le habría encantado tocar el piano como su abuela, mi bisabuela Lita, cuyas partituras todavía conservamos como oro en paño. En la portada de las mismas se puede leer “piano para señoritas”.

Mi madre acabó abandonando su afición pero yo soy pianista. 

Una parte grande de mi vida la dedico a dar visibilidad a la música compuesta por mujeres desde el Barroco hasta nuestros días. Desde hace mucho años, junto con mis compañeras del trío ADARTIA, hemos estado buscando, descubriendo, analizando y después tocando en conciertos esta música tan desconocida. 

Las mujeres han estado presentes en la música durante toda la historia de la misma, no obstante, la mayoría de la población aficionada a la música clásica no podría nombrar ninguna compositora.

Es curioso que, a pesar de que el estudio de la música durante los siglos XVIII, XIX y XX  fuera considerado un adorno importante en las mujeres y muchas de ellas tuvieran acceso al mismo, nunca estuvo bien visto que fueran más allá de considerarlo un ornamento o un toque de distinción.

Hoy día hemos llegado al punto en que, al menos, se sabe que existieron mujeres que componían música. Pero estamos muy lejos de que se normalice su interpretación y apreciación. Prácticamente la única manera que se tiene de poder acceder a la música de estas compositoras es a través de conciertos, charlas, festivales, etc., dedicados exclusivamente a MUJERES en la música. No están integradas de ninguna forma en la programación, en la cultura general.

Después de muchos años dedicada a la interpretación de la obra de mujeres compositoras, entre otras cuestiones, he llegado a la conclusión de que en un gran número de casos, la música de estas mujeres era de una calidad extraordinaria. Sin duda, la calidad de la música es difícilmente objetivable, pero sí que existen pruebas como por ejemplo, premios ganados por ellas en vida, alabanzas explícitas de sus contemporáneos a su música. Y también mediante el análisis de las obras de las compositoras, hemos observado cómo se puede afirmar que existen obras de calidad, al menos igual que las de sus coetáneos hombres, compuestas por mujeres.

Un hecho que me llama poderosamente la atención en la obra compuesta por mujeres de todos los tiempos es que observamos una llamativa “modernidad” en su obra. 

Desde la edad media podemos observar este hecho. La mística, polifacética y recientemente nombrada doctora de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI (única mujer que tiene ese honor), HILDEGARDA VON BINGEN, fue, además de una mujer fascinante e influyente en muchos aspectos, una firme defensora de la música en los conventos y una gran compositora. Compuso himnos que se interpretaban en los monasterios afines al suyo. Compuso también un oratorio, cosa inédita y notable. Firmó sus obras musicales, lo que era muy poco habitual todavía en su época. Sus cantos incorporan bastantes novedades con respecto al gregoriano que se manejaba en su entorno. Amplió la tesitura de las voces, así como introdujo el uso de intervalos que no se oían en otros compositores y que supusieron una ruptura con lo anterior muy importante.

Durante toda la historia existieron músicas de talento de las que sólo recientemente se está recuperando la obra. En algunas ocasiones su obra pasaba por ser de su hermano, como la de Fanny Mendelssohn, puesto que no existían diferencias en la composición, ni en la calidad ni en modernidad, ni en el estilo. 

Algunas compositoras admitieron la teoría y el discurso imperante de que la composición no era apta para mujeres, como hizo Clara Schumann, pero su ímpetu, su talento y su necesidad la hicieron componer muchas obras, la mayoría de una calidad extraordinaria. Sus armonías, su forma de usar las voces y su dominio de la técnica pianística, hacen que su música suene, al menos, tan avanzada como la de su marido Robert Schumann, pero siempre diferente, con un lirismo y un desarrollo melódico reconocible, muy personal y novedoso.

Un rasgo de las compositoras cuyas obras he estudiado y analizado, de finales del siglo XIX y principios del XX, época en que la importancia de lo moderno, de la vanguardia es absoluta, es que sus composiciones, en general son bastante libres, no se adaptan a una corriente concreta y resultan bastante avanzadas para su época, tanto, o quizá más que las de los hombres del mismo momento.

Un ejemplo muy interesante sería la obra de Mel Bonis. Podemos escuchar en su obra, normalmente considerada postromántica, con influencia de sus contemporáneos César Frank o Saint-Saëns,o con acordes propios del estilo de Debussy. Pero lo que más llama la atención son todas las armonías personales y novedosas que se integran en un discurso sonoro que no podemos encontrar en sus contemporáneos. Su forma de componer no se parece en realidad a ninguno de sus coetáneos, la mezcla del rigor formal y el asentamiento en las bases compositivas clásicas junto con el modernismo melódico y armónico, la innovación en los timbres y la experimentación en la narración, en el discurso, así como la variedad de estilos en su propia obra, hacen de ella una compositora imprescindible. Y sumamente avanzada a su tiempo. Mel bonis se consideraba a sí misma una persona de ideas moderadas y más o menos conservadora, no obstante ni su vida ni su obra lo son. 

Quizá el hecho de tener una educación diferente, más dificultades, no estar supeditadas a las cuestiones financieras (no tenían que vender su obra), ser de alguna manera rebeldes, influya en esta modernidad que observo en tantas mujeres dedicadas a la música.

Hasta nuestros días han llegado muy pocas de estas obras magníficas. Creo que es un deber y un honor sacarlas a la luz y presentarlas al público porque ellas lo merecen y el mundo también merece conocerlas.

Deja un comentario